El 11 de julio de 2021 Sayli Núñez se enteraría, a través de sus redes sociales, que su pueblo, Güines, también había tomado las calles, al igual que decenas de localidades del país. Despertó a su esposo Maikel: aquel evento canónico había que palparlo en primera plana.
Maikel y Sayli caminaron la calzada principal del pueblo tomados de las manos, acompañando a centenares de manifestantes pacíficos que reclamaban libertad y mejoras económicas.
“Maikel y yo fuimos a distintas locaciones del pueblo para observar lo que estaba pasando, pacíficamente. Él no sale en ningún video. Solo hay una foto en la que se le ve caminando solo, con las manos detrás, con su nasobuco. No está violando nada, ni está agrediendo”, contó Sayli.
Cayendo la tarde de aquel domingo, Güines experimentó disturbios, que, como en la inmensa mayoría de ciudades del país, vieron su inicio por la acción represiva y violenta de los efectivos policiales y militares, y de oficiales de la seguridad del estado.
A pesar de aquello, el enfrentamiento entre los ciudadanos y la policía fue mucho menor que en otras localidades, y no se reportaron desastres notables.
A pesar de los intentos de violencia ejercida contra los manifestantes por parte del gobierno, Maikel y Sayli llegaron a casa ese domingo sin reportar heridas ni contingencias mayores.
En la mañana del 12 de julio, cuando parecía que el pueblo entraba en una paz sorda, Maikel fue sometido a una detención forzosa. “No hice nada”, calmó Maikel a su esposa, “ni siquiera gritar, así que me soltarán rápido”.
Maikel Puig Bergolla, a sus 42 años enfrentó cargos de desorden público, instigación a delinquir, desacato y desacato agravado a la autoridad. La sentencia fue de 20 años de privación de libertad, que quedó resuelta, tras el juicio de casación, en 12 años.
En el juicio celebrado en enero de 2022, Fiscalía asumió que ciudadanos como Maikel lanzaron piedras contra los carros policiales, sin embargo, no se pudo demostrar ninguna acusación.
“No entiendo cómo le imputan a mi cliente una tentativa de asesinato, cuando el Fiscal Militar de Mayabeque retiró a Maikel de los expedientes militares porque no pudo corroborar que estuviese implicado en ningún delito”, dijo en aquel entonces la abogada defensora de Puig, Tania Reus.
“Hubieran continuado con su mentira hasta el final. Ninguno de ustedes tiene un arañazo o una lesión. Hubiesen sido más creativos”, culminó.
Fiscalía presumió su acusación en la palabra de varios policías, que en el momento del juicio, no lograron mantener un discurso lógico y congruente. Supuestamente un vídeo mostraba a Puig incitando a delinquir, pero los peritos impidieron que el vídeo fuese llevado a juicio.
En la Prisión de Máxima Seguridad de Matanzas, “Agüica”, conocida popularmente como “la peor prisión del país”, Maikel cumple su injusta sentencia.
En casa, la incansable Sayli se encarga de los dos hijos del matrimonio, como puede.
Mientras que las autoridades de la seguridad del estado se encargan de citar, acosar y amenazar periódicamente a Sayli, para que abandone su activismo en las redes sociales por la libertad de su esposo, las autoridades de prisión no escatiman recursos para destruir emocionalmente a la adolescente Samira, a quien no paran de recordarle que “ella no es hija de Maikel pues no lleva su apellido”.
El pequeño Maikelín aún no se recupera de la separación de su padre. Los psiquiatras que lo atienden –tras haber mostrado insomnio, conductas agresivas, y síntomas de una intensa depresión- saben que este niño presenta un trauma latente.
Maikelín, quien hasta la fecha del arresto de su padre no dejó una sola noche de dormir con él, no desea ir a la escuela, no desea usar uniforme.
Es un niño de diez años que ha dicho recientemente a la psiquiatra, que desde que su papi se fue, nada tiene sentido. Dijo expresamente en una consulta, que había perdido las ganas de vivir.
Consulte aquí todos los datos del prisionero político Maikel Puig Bergolla en la lista oficial de Prisoners Defenders: https://lista.prisonersdefenders.org/prisioneros/maikel-puig-bergolla/