Llámalo por su nombre

Historias de los que se atrevieron a gritar "libertad" en Cuba


Por Ray Pascual

Rolando Vázquez Fleita, preso político por tomarse un refresco de Cola

Rolando Vázquez Fleita, preso político en Cuba por participar en las manifestaciones del 11 de julio de 2021

Maruchi no es una mujer nerviosa, aunque en su situación cualquiera sucumbiría a un sistema nervioso alterado y temblaría por la ansiedad y lloraría y se transformaría en un ser roto. Ella se muestra calmada, tranquila, increíblemente fuerte mientras confiesa su desesperación.

Su verdadero nombre es Marisleydis Fleita Bravo. Vive en el barrio de la Güinera, en una casa medio destrozada que ha ido remendando como ha podido. Una viga metálica como columna para evitar que se le caiga el techo encima, un par de tablas clavadas por aquí y por allá, nylons colgando del techo para que las filtraciones no la mojen… Ahí, con ella, vive su hija y su nieto pequeño, que juega en el poco espacio que las cabillas y las dos o tres sillas metálicas dejan en la sala, y quizás se come una galletica, quizás, si aparece y si se le puede comprar luego de pagar los más de veinte mil pesos del saco para llevarle su tío, Rolando Vázquez Fleitas, preso político por querer tomarse un refresco de Cola.

El 11 de julio de 2021, en la tarde-noche, Maruchi le advierte a Rolando que se cuide. Se tiraron en una pila de lados –le dice con el temor de cualquier madre–, ten cuidado, no te metas en nada.

El 12 de julio se alza la Güinera y se genera uno de los enfrentamientos más violentos entre el pueblo y las fuerzas represivas que se vieron en los dos días de manifestaciones masivas.

Ese día, Maruchi llega a casa de Rolando agitada y con los ojos llenos de lágrimas. Su hijo le pregunta qué le pasa, por qué está así. Ella le cuenta que su hermano, otro de sus hijos, quería unirse a las protestas y ella no lo dejó. Lo aguantó. No lo dejó avanzar. Y en el forcejeo, él la empujó por accidente y ella cayó al suelo. Pero el motivo de su llanto no es ni el empujón ni algún tipo de dolor por la caída, sino lo que vio, de lo que intentó salvar a su hijo.

Yo nunca había visto nada igual, asegura. Del tumulto sacaban a los hombres en calzoncillos, todos golpeados por la policía. Uno huía con una herida de bala. Un policía incluso le dio una patada a un niño.

La violencia había sido traumatizante y Maruchi le imploró a Rolando que no saliera. Él la calmó, le dijo que no se preocupara, que se iba a quedar tranquilo en la casa.

Apenas ocho días antes, abrían en familia las maletas que Rolando había traído de Rusia. Sobre todo ropa y zapatos que repartiría para vender en la calle. Con ese dinero volvería a viajar a Rusia o a cualquier otro país de libre visado, traería más mercancía y así sucesivamente. Le había prometido arreglarle la casa a su madre o, si el negocio iba realmente bien, quizás hasta comprarle una nueva. Tenía planes de progresar él y su familia.

El 12 de julio, luego de que Maruchi se fue de casa de Rolando, él se vistió para salir. ¿A dónde vas?, le pregunto su esposa y él le respondió: voy un momentico al kiosco de mi hermano a buscar un refresco. No te demores, volvió a decirle ella, acuérdate de que tu mamá está alterada.

Él salió con la promesa de regresar rápido. Fue al kiosco. Buscó el refresco. En los videos –incluso en el que usaron como prueba en su juicio– se ve cómo la manifestación se mueve por una calle y, al pasar una intersección, aparece Rolando con su refresco en la mano. La calle por la que él viene corta perpendicularmente la de los manifestantes. Ellos siguen su camino y él el suyo. Nunca se une a la protesta. Solo responde el teléfono un instante –su esposa lo llamó a ver dónde estaba– y sigue caminando. Nada más.

Suficiente, sin embargo, para una petición fiscal de 20 años de privación de libertad. Una petición de 10 años por pasar cerca de la manifestación tomándose un refresco. Luego, de 17 acusados que reunieron en el mismo juicio, fue el que más testigos favorables tuvo, incluso el Jefe de Sector de su área atestiguó a su favor. ¿Para qué sirvió? Para que la petición de 20 años se convirtiera en una sanción de 21, que poco tiempo después, por suerte para él, bajó con la apelación a unos todavía injustos 12 años.

Maruchi dice que todos los presos del 11 y el 12 de julio son héroes, también su hijo. No importa que él esté condenado a más de una década de prisión por el increíble delito de querer tomarse un refresco de Cola.

Consulte aquí todos los datos del prisionero político Rolando Vázquez Fleita en la lista oficial de Prisoners Defenders: https://lista.prisonersdefenders.org/prisioneros/rolando-vazquez-fleita/

Esta sección está dirigida por el periodista independiente Ray Pascual.
Prisoners Defenders no se hace responsable de las opiniones vertidas por el autor, quien tiene plena libertad editorial en la elaboración de sus artículos, cuya temática se centra en los presos políticos y sus familias. Si algún lector quisiera reprobar o poner en cuestión la publicación del artículo en razón de su contenido, rogamos nos lo haga saber en el email prensa@prisonersdefenders.org, e inmediatamente procederemos a la revisión y, en caso de proceder, dar cumplida respuesta.

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