Llámalo por su nombre

Historias de los que se atrevieron a gritar "libertad" en Cuba


Por Ray Pascual

Olor a héroe: Duannis Dabel León Taboada

El 31 de enero de 2022, en el Tribunal del municipio capitalino Diez de Octubre, se celebró el que será quizás uno de los más emblemáticos juicios en los últimos años. La inocencia de 33 jóvenes, manifestantes del 11J en la esquina de Toyo, estaba en juego. Aunque se entendió prontamente que la culpabilidad ya había sido preordenada.


El juicio se hizo mediático por varias de sus cualidades: la prohibición expresa de no dejar entrar a familiares y amigos al tribunal, que desembocó en una manifestación in situ; las detenciones violentas, en las afueras del tribunal, de activistas por los derechos humanos allí presentes y de propios familiares de los acusados tras la hostilidad desplegada; los falsos testimonios y las incoherencias altamente visibles y las longevas sanciones a los acusados, enunciadas sin ningún temor como “ejemplarizantes”.


Tras el juicio, Duannis Dabel, uno de los jóvenes manifestantes, fue enjuiciado a 19 años de privación de libertad.


En mayo de ese mismo año, otro juicio tan mediático y polémico como el anterior, fue el escenario donde Duannis Dabel brilló con intensidad y decoro. A la altura del momento histórico que protagonizaba.


Ah –se refirió al juez, harto de tanta censura en la sala- porque ¿usted no me dejará hablar? Entonces lo que tengo para ustedes es esto: ¡Abajo la dictadura! ¡Abajo el gobierno de Miguel Díaz-Canel! ¡Abajo todos ustedes que son unos corruptos! ¡Patria y Vida!


Mucha gente sabe quién es este Maceo habanero. Mucha gente se interesó por conocer la historia del muchacho al que le enviaron a prisión por los próximos 14 años por expresar su descontento en las calles aquel 11 de julio. Pero poca gente conoce la calidad humana de este joven de aún no ha cumplido los 25 años.


A Yenisey Taboada le duele el pecho cuando habla de su único varón. Relata con orgullo cuán emprendedor ha sido su hijo, y desde cuán temprano. Era solo un niño menor de 15 años cuando aprendió a pelar, y se inmiscuyó en la barbería únicamente para apoyar económicamente a su madre.


Duannis ha sido barbero y amigo, en la calle y en la prisión. Se ha plantado en numerosas ocasiones como forma de protesta a tratos indignos o a una sanción misma.


Escribe hermosas cartas a su madre, y en ellas, envía mensajes de aliento y consejo a cuanto usuario de las redes se interese por la causa de la libertad de Cuba. Los escribe con una inspiración dolorosa, pero libertaria. Como si estuviera siendo iluminado en medio de su ostracismo. Y es que Duannis, muestra, entre sus muchas virtudes, una sabiduría que parece venir del más allá.


En julio del 2021, Duannis Dabel León Taboada se había cansado del techo económico que imponía el sistema político cubano a jóvenes emprendedores como él. Hastiado estaba porque muchas formas de comercio fuesen criminalizadas en Cuba, y porque la precariedad económica impusiera angustias adicionales e imborrables en el rostro de su madre. Ese mismo mes decidió vender lo poco que tenía y costearse un pasaje a Nicaragua.


Haría la travesía centroamericana hacia los Estados Unidos, por la que llegaron en los últimos tres años más de 200 000 cubanos.


El día 11 los cubanos tomaron las calles, y Duannis no lo pensó dos veces. Se embuchó la que sería su última cerveza en los próximos años, y entendió que liberar su tierra era más importante que prosperar en cualquier otra patria.


En la céntrica Esquina de Toyo, paradigma indiscutible de la violencia policial en la mayor de las protestas antigubernamentales posterior al 59, fue agredido por piedras policiales, y pocas horas después, huyó a casa.


“Mamá, ese mal olor que me sientes es porque tengo el muerto pegado”, decía Duannis en los días siguientes, “me está diciendo que me prepare que me van a llevar preso”.


El 16 de julio, ocho hombres vestidos de civil esperaron su primera salida de casa. Con violencia y arbitrariedad arrestaron al muchacho, lanzándolo a una patrulla. En la estación de 100 y Aldabó le esperarían golpes y torturas psicológicas sin compasión alguna.


A su madre y hermana en casa, les poseería la desesperación –durante casi un mes- de no saber el paradero de Duannis y mucho menos la posibilidad de volverlo a ver, al menos, sano.


Han pasado dos años para esta familia, aunque el rostro de Yenisey, una mujer tan laboriosa como noble, diga lo contrario. Está maltrecho, desgastado. Parece como si ese rostro se hubiese cansado de vivir.


Dos años de soledad avejentan más que una década limpiando pisos. Catorce meses de tristeza se ensañan en la piel más que una vida entera sufriendo la precariedad cubana.


¿Quién le devuelve la frescura en la piel a Yeni? ¿Quién, la alegría?¿Cómo se indemnizan catorce años por defender una verdad nacional?


Duannis tiene más olor a héroe que cualquier página de un libro de historia.

Esta sección está dirigida por el periodista independiente Ray Pascual.
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