Llámalo por su nombre

Historias de los que se atrevieron a gritar "libertad" en Cuba


Por Ray Pascual

El cumpleaños de Yordan Escobar Machín

Llámalo por su nombre - El cumpleaños de Yordan

Es julio de 2022. Yordan sale cojeando a la visita y Milagros se pregunta si los guardias de la prisión olvidaron que le tocaba verlo. Quizás no. Puede que, simplemente, sean así de sádicos y se sepan o se crean intocables, amparados por una justicia moldeada para aplastar, siempre que le sea conveniente, a la gente como Yordan.


La casa de Yordan Escobar Machín y Milagros Machín, su madre, queda en los Sitios, uno de los tantos barrios marginalizados de la capital. Ella se gana la vida limpiando los pasillos del Hospital Pediátrico de Centro Habana y, dentro de la casa de puntal alto, duerme y cocina y vive sobre una barbacoa apretada a la cual se trepa por una escalera de madera que parece poder desbaratarse en cualquier momento.


Los dos son el tipo de gente a la cual la policía le pide el carné de identidad todo el tiempo o le pasa lento en la patrulla por al lado, sosteniéndole la mirada como si pudiera ver, por debajo de la ropa, el crimen y el invento tatuados en su piel. Gente marginalizada de los Sitios. La misma a la que los guardias de prisión pudieran despertar el día de su cumpleaños, informarle que será trasladada de prisión y, sin consecuencia alguna, darle la bienvenida al nuevo centro penitenciario con una golpiza.


Yordan despertó el 12 de julio de 2022 con la información de que sería trasladado de la prisión Jóvenes de Occidente a la 1580, donde fue recibido a patadas y bastonazos poco tiempo antes de la visita de su madre. El 12 de julio es su cumpleaños. Y recibir golpes como regalo se va convirtiendo en una lamentable costumbre.


El mismo día, pero del año anterior, Yordan se despertaba en su casa de los Sitios. Milagros, en ese entonces, solo se preocupaba por qué podía regalarle a su hijo, que llegaba a su segunda década de vida, con su precario sueldo de asistente de limpieza. Nada, se respondía una y otra vez, pero seguía dándole vueltas al asunto.


Era temprano, pero Yordan ya se preparaba para salir. Estar encerrado en la casa quizás era, para él, una premonición del encierro que evitaba a toda costa. Milagros no tiene claro cuál era su plan aquel día. Verse con algunos amigos, puede suponerse. Quizás reunirse en casa de alguno, o ir a algún lugar y tomar unas cervezas…


El día antes habían sido las protestas masivas del 11 de julio en Cuba, en las cuales, por supuesto, los barrios más marginalizados de la ciudad tuvieron la participación más activa. Según testimonios que saldrían a la luz en su juicio, Yordan estuvo en ellas. Algunos dijeron haberlo visto trepar a una azotea y arrojar una piedra sobre un carro policial.


El día de su cumpleaños, un Chevrolet aparentemente civil frenó de golpe frente a la puerta. Se bajaron seis hombres vestidos también de civil. Entraron a la casa sin pedir permiso ni dar explicaciones. Yordan estaba en la sala. Lo agarraron entre todos. Lo tiraron al suelo. Lo inmovilizaron y lo golpearon. Milagros bajó a toda velocidad. Casi cae por la escalera de madera que se dobla y rechina cuando se le planta el pie.

Al llegar abajo, solo alcanzó a gritarle a la chapa del Chevrolet que ya se alejaba con su hijo dentro.
Fue a la estación de policía de Picota. Le dijeron que ahí no estaba. Luego a la de Dragones. Tampoco. Al otro día volvió a ir a las dos y nada. Y lo mismo al otro y al otro y al otro. Pasó un mes sin saber nada del paradero de su hijo, hasta que se le ocurrió que, por su edad, podía estar en la prisión Jóvenes de Occidente, en el Cotorro. Fue a averiguar y, efectivamente, ahí estaba. Le dieron fecha para verlo.
Yordan le contó que sí había estado en la estación de Picota, pero pronto lo trasladaron a La Covadonga por un supuesto resultado positivo a la Covid-19. Su enfermedad, sin embargo, tenía nada de fiebre, tos o malestar general y mucho de lesiones provocadas por los golpes.


Con una petición fiscal de cinco años que terminó en una sentencia de dos, debería ser una certeza que Yordan cumpliera su condena en campamento, pero no ha sido así. Su única certeza, en la visita de su madre en la 1580, es que cada vez le queda menos tiempo encerrado y pronto, quizás, podrá tener un verdadero regalo de cumpleaños.

Esta sección está dirigida por el periodista independiente Ray Pascual.
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